miércoles, 24 de agosto de 2016

El experimento



El sonido inconfundible de un mensaje nuevo en el teléfono despertó a la mujer. Dudó unos segundos, aún inmóvil en la postura del sueño. Estiró la mano y comprobó la hora. Las cuatro y media de la mañana eran para el escritor las mejores horas para ejercer su oficio. Tardó en unir ambos hechos. La llamada y la escritura. Los mensajes iban y venían. Pensó vagamente en que ella formaba parte del trabajo del escritor. La madrugada, la mujer, la escritura. Entre uno y otro mensaje volvía a acurrucarse entre las sábanas y a dormitar. El escritor le preguntaba cosas. Ella respondía con palabras impregnadas de sueño. Se sintió dentro de un experimento.

Era la protagonista de una escena. La sometían a un interrogatorio penoso y sin descanso. No podía sostener la cabeza, la vencía el cansancio. Cuando estaba a punto de desmayar, un pinchazo la hacía saltar de la silla. Tenía que seguir contestando preguntas, hasta llegar a la verdad. No a su verdad, sino a la verdad del interrogador, que estaba establecida de antemano. No volvió a despertar. El libro se publicó un tiempo después, sin su consentimiento.