domingo, 19 de enero de 2014

La peor versión de "Solitario Spider"

Empecé jugando, como se empieza todo. Empecé por enésima vez, a jugar. Están las cartas que se escriben, se firman, se lacran, se envían, se abren, se leen, se guardan, se amarillean, se olvidan, se rompen, se estrujan, se pierden, se queman. Y hay cartas que se dan, se tiran, se barajan, se ordenan, se cuentan, se gastan, se marcan, se mezclan, se reparten, se juegan. Las cartas que digo no las toqué nunca. Se acomodaban en la pantalla a través del teclado y formaban un dibujo de araña. Hay varias formas de jugarlo, de la más simple a la más complicada. Yo elegí un nivel medio, donde las cartas rojas y las cartas negras podían combinarse de tal forma que ayudaban a avanzar el juego. Sólo que en el último tramo debían acomodarse al orden establecido en el reglamento del juego, es decir que debían separarse.

Tratamiento de invierno

Importante. Hoy comienzo el tratamiento de invierno para pieles maduras. Por la mañana crema o emulsión hidratante rica en vitaminas A y E. Por la noche, crema nutritiva. No olvidar: limpieza previa, manteca de cacao u otras cremas para labios y usar filtros solares. Fue casual cómo me encontré con esos consejos. Entré al café ( en ese café me cité con Walter la primera vez) después de salir del cine. Pedí un capuchino. ¿Italiano? No, uno común por favor. Es increíble cómo siempre me ofrecen el italiano. Una vez un mozo me convenció. Me explicó todo lo que llevaba y yo me dejé convencer. Estaba en La Farola de Olivos, había salido de uno de esos bares en cadena donde esperé media hora sin que el mozo se dignara acercarse. Me fui enojada y entré en la Farola. Le conté al mozo para descargarme la bronca y entonces el tipo aprovechó para imponerme el capuchino italiano. A este no, a este le dije que no, que el común nomás. Mientras lo esperaba observé a la gente. No había grupos. Gente sola o parejas. Los solos leían un diario o un libro. Alguno estaba con su computadorita. Una mujer comía las galletitas que le habían traído con el café. Me levanté y saqué del revistero la única revista que no hablaba de la farándula. Yo estaba sentada junto a la ventana aquella vez, cuando lo conocí a Walter. Era una cita a ciegas. Me parecía un tipo que no hablaba mucho de sí mismo y que tampoco preguntaba mucho. Me quedó esa impresión. Sin embargo, de algo debemos haber hablado. Lo poco que sé de él lo supe después de unos cuantos encuentros, a qué se dedicaba, el cumpleaños de 15 de su hija, la relación de más de 10 años con una amante. ¿No le gustan las galletitas?, me preguntó el mozo de pronto. No, no me gustan. Había mordido una distraídamente mientras hojeaba la revista y la había dejado así, recortada en el plato mientras me detenía en la nota titulada "Tratamiento de invierno para pieles maduras". Walter contaba que la psicóloga de Marita le había dicho a Marita que ellos estaban enamorados. A Walter esto le resultaba absurdo, descreía totalmente de las cuestiones de enamoramientos y se burlaba un poco de la terapeuta. Simplemente la pasaban bien, me dijo. Recuerdo vagamente que me preguntó qué pensaba yo. Yo sé muy bien lo que pensaba, pero no sé si finalmente se lo dije con claridad. Porque, la verdad, estaba la esposa, estaba la amante y después estaba yo. Busqué en el bolso para anotar los consejos de invierno de la revista. Siempre llevo lapicera y libreta, tengo la manía de los diarios. En mi vida siempre hubo diarios. A algunos los quemé, otro los rompí en pedacitos antes de tirarlos por el inodoro. Otros fueron a la basura. No guardé casi nada. Los diarios son tristes. De mis épocas felices no hay registro en los diarios. Walter y yo nos vimos unas cuantas veces, a lo largo de algunos años, en citas esporádicas. Era un excelente amante, atento y generoso. Con él todo era simple. Querés o no querés. Te gusta o no te gusta. Hola y chau. Le pedí la cuenta al mozo mientras tomaba nota en mi libreta. Y entonces se me ocurrió pensar que empezar un diario también podría ser un tratamiento de invierno.

¿Será muy tarde para empezar?

1. Se termina el día o ya se terminó. Ya es el día siguiente. ¿Será muy tarde para empezar a escribir este apunte, este texto?
2. ¿Será tarde para volver a escribir "Solitario Spider", un cuento que se perdió en el ciberespacio? ¿Un cuento que sé perfectamente cómo y cuándo se me ocurrió, en qué circunstancias, y cómo empezaba y cómo terminaba y cuál era la atmósfera que respiraba?
3. ¿Será tarde para volver a empezar un blog, que se llama igual a otro que está abandonado?
4. ¿Será demasiado tarde para empezar a escribir? No por primera vez, entiéndase bien. Por enésima vez.
En el cuento "Solitario Spider" usé esa palabra: "enésima" Y ahora recuerdo que escribí varias veces el cuento. La primera vez lloraba mientras lo escribía. Lo corregí tantas veces que ya lo sabía de memoria o casi. En el cuento contaba que a mí se me había ocurrido un cuento en el que una mujer jugaba al Solitario Spider. Y que mientras jugaba se imaginaba una historia de la cual era protagonista. La segunda vez que lo escribí, empecé hablando en primera persona como la mujer que jugaba.
También escribí una descripción del blog donde resumía la historia. Y cuando perdí todo, traté de recordar y recordé mal lo que había escrito. Esa fue la enésima versión y la peor de todas.
¿Será demasiado tarde?