lunes, 25 de abril de 2016

Pase y vea

“Veo la luna,
De costado,
Como sostenida en el aire”
Carolina Giollo, Ciudad de luz


Pase, señor,  y vea:

Son tres ambientes
El living con su largueza de tubo
El dormitorio con su estrechez de aula
Y este otro, sí,
El balcón
Un ambiente donde todo iría a parar a la calle
Si no fuera por ese árbol.

El árbol es como un fondo de pantalla, pero no
Es como una película en tres d.
Doy un paso y me pierdo
Estoy adentro de un árbol
Estoy en la casita del árbol.
El ruido ciudadano es menos ruido
Y cantan más suaves las sirenas de los bomberos.
Y arenga más leve el cartonero
Y se armoniza la hinchada
Y silba un viento que parece de veras.

Y todas las noches
Cuando se prenden las luces de mil ventanas
atrás de las sombras negras de mi plátano
Me agazapo para encontrar la luna
Que mira de costado
Hacia este rincón oscuro

Cuando llegue el invierno será necesario que me abrigue
Para enfrentar el viento helado mientras busco su cara blanca.
Yo sé que habrá noches nubladas
Porque ya las hubo.
Sin embargo nada impide que una salvaje esperanza 
me obligue a agazaparme
una y otra vez 

Pase y vea, pero no se quede aquí.
No hace falta que se demore.

Es todo lo que hay para ver.

miércoles, 20 de abril de 2016

El cigarrito

Mientras escucho "El cigarrito" me imagino la cara de Víctor Jara, acuclillado en una cueva fría, dejándose llevar por la duda que lo acompañna desde antes de llegar a ese agujero.
En ese lugar la duda crece y ya es como un monstruo que cubre las paredes de la caverna. Añora un cigarro, imagina que lo arma pero no sabe siquiera si le queda tabaco. Hubo tiempos generosos en que se permitía tirar la colilla para que otros más desesperados la levantaran.
Pero ahora no hay más tabaco y está solo en esa cárcel de frío: ya ni el calor momentáneo del cigarro encendido puede salvarlo del monstruo de la duda a la que se adhiere un quejido de abandonado, ay, ay, ay, me querís?
Cada vez que entro en esa cueva para visitar al monstruo de la duda me desconcierta el pensar que nunca fumé.Nunca fumé. Ni siquiera se pueden tomar en cuenta mis intentos de acercamiento al cigarrillo cuando era una adolescente o una primeriza estudiante universitaria: la curiosidad no ameritaba bancarse la tos.
Pero canturreo "El cigarrito" y me brota una lágrima.  Imagino el momento íntimo en que el solitario arma su cigarrito. Ay ay ay, me querís? Si no tengo, de ánde saco? El tabaco necesario para acompañar la ausencia, la duda, la pena del amor.
Difícil imaginar una hoguera más íntima y pequeña frente a la que poder llorar en forma de canción.



jueves, 7 de abril de 2016

Fallido

Cuando todo coincide, pero nada tiene sabor. Este podría ser el subtítulo de este encuentro fallido. En las páginas de encuentros entre solos y solas hay una variedad inabarcable de seres y soledades. Lo seleccioné entre 73 personas. A él y a nadie más. Unos cuantos años menor que yo, intelectual, anteojos, rulitos en su pelo canoso y no tan corto. Aire indolente. Una copa y un cigarrillo. Lejos, el más atractivo. Pero, además sus gestos me eran gratos. Su mirada, sus lugares. Todo lo que las fotos pueden revelar: entornos, circunstancias.
También fue el único elegido para conversar. Y el deleite seguía en las palabras, en las frases. En el modo de relacionarse y crear intimidad. Sólo con palabras. Esto es un arte, me dije.
El próximo paso fu intercambiar números de celular. Noté su impaciencia por oírme. Y es que la voz es tan importante. Me dijo que era sensual. Fue lo máximo que dijo. La seductora imagen se corporizó en un hombre comprometido con la política, el gremialismo. Compartíamos formación, la misma actividad y la misma ideología. Todo coincidía.
En ese tiempo previo al conocimiento físico, a la mirada directa a los ojos, al contacto.En ese tiempo preliminar, todo promesas y deseo, nada podía mejorar. Para mí tenía un único defecto: el cigarrillo. Para él, yo no tenía ninguno.
Pero el encuentro se demoraba. Actividad gremial. Un viaje. Como respuesta a mis dudas, me contestó que nada se había enfriado y que muy pronto estaríamos juntos.
Mientras tanto, me borré de la página. No tenía sentido seguir viendo caras que no me decían nada, que me distraían de lo que esperaba.
Esta tarde se concretó el encuentro.
Aparecí por otra calle, no por la que le había dicho. Fue sin intención. Lo vi antes que él a mí. Era más delgado de lo que parecía en las fotos, y se había dejado la barba. Cuando me vio me saludó como a un viejo amigo.Y me dijo varias cosas que no daban cuenta de la impresión que yo le causaba, sino de cosas circunstanciales: una película, creo. (Estábamos en la puerta de un cine). Entramos a un bar. Me pasaron varias cosas. Él no era menos atractivo, pero su presencia no me generaba ninguna señal física. Ni temblor, ni risa, ni timidez, ni rubor. Parecía que teníamos mucho de qué hablar: política, educación, derechos humanos, estudios, frustraciones, malestar laboral, medialunas, protestas callejeras, cine. No había simpatía, no había sonrisas, no había risas, no había miradas. Dos seres preocupados por la actualidad, por la crisis, por el país, por el futuro.Se terminó el café. "¿Querés otro?". " No, gracias"."¿Pedimos la cuenta?". "Sí, yo voy para Callao." Abrazo en la puerta. Fin.
Ahora en casa, trato de entender qué pasó. Qué fue lo que no funcionó. No le gusté, es obvio. Pero no le gusté desde el minuto uno. Y sin embargo hablamos dos horas como viejos amigos, compartiendo aflicciones y preocupaciones. Porque fue lo único que pudimos compartir. Ahora visualizo mis intentos por sacar otros temas como pelotazos en un frontón. Rebote puro y duro. Y recuerdo un par de miradas y de sonrisas que me fueron devueltas sin dejar huellas en el paredón. Un hombre en su soledad amurallada.
Un hombre que va a una cita y no habla una sola palabra de lo que espera de esa cita. De sus sentimientos personales, de su búsqueda.
No estoy esperando un mensaje. Estoy esperando no recibir ninguno. Lamentaría decir que no, que gracias, que no quiero que se me mueran la risa y el deseo.